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The Sky is Crying, luto en las seis cuerdas. Recordando al gran Gary Moore

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Sería a mediados de los 90 cuando por primera vez me taladró el pecho la guitarra de Gary Moore. Fue durante una emisión de El expreso del rock. Era un conteo de los mejores guitarristas del año o algo así. En él figuraba Joe Satriani, con Flying in a Blue Dream; Steve Vai, con For the Love of God y Gary Moore, con Still got the blues. De entrada me sorprendió el fraseo de Moore, limpio, directo, apasionado, arrebatador, desprovisto de efectos o maniobras psicodélicas o 'descresta-principiantes', puros cojones.

Y desde entonces comencé a seguirle la pista al hijo predilecto del blues irlandés contemporáneo, que pasó por los toldos de Thin Lizzy y tocó la guitarra al lado de leyendas como B.B. King (ver video abajo), Albert King, George Harrison y hasta Ozzy Osbourne. Nacido en Belfast, en 1952, Moore nunca fue hombre de agrupaciones o de la etiqueta 'miembro' de tal o cual banda, por eso, su carrera en solitario fue muy prolífica, con más de 30 álbumes en su discografía.

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Su relación con la guitarra comenzó a los 16, cuando se compró su primer instrumento, luego de ver en escena a John Mayall and the Bluesbreakers. Para entonces, ya llevaba cinco años practicando, pero fue allí cuando decidió lo que quería que hacer el resto de su vida. Moore siempre tocó de forma convencional, a pesar de haber sido zurdo.

Moore es citado por varios famosos como inspiración en influencia, entre ellos, Adrian Smith (Iron Maiden), Zakk Wylde (Ozzy y Black Label Society), Rhandy Rhoads (Ozyy) y Kirk Hammet (Metallica). Fueron legendarios conciertos suyos como el Monsters of rock en el 2003 o el Montreux Jazz Festival, en 1990.

Son joyas imperdibles del gran Gary, Parisienne Walkways, Dont Believe a Word, Empty Rooms, King of the Blues o The Prophet. Para resumir lo que transmitía con su instrumento, alguna vez dijo: "yo no pienso en técnica ni en perfección musical, solo toco con el corazón. Ese es el único consejo que les doy a los jóvenes guitarristas, tocar, tocar muchísimo, sin descanso".

 Sin embargo, la muerte no lo sorprendió como al monstruoso Dimebag Darrell (Pantera), con las seis cuerdas en la mano, sino dormido en su hotel, en Estepona, España, por donde pasaba de vacaciones, tras una serie de conciertos. Bienaventurados los que estén en el cielo o en el infierno de los guitarristas, porque podrán tener su música por toda la eternidad.

 


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